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El Molar, un paraíso rural a 20 minutos de Madrid

En la Plaza Mayor de El Molar. Detrás, la Parroquia de la Asunción

En la Plaza Mayor de El Molar. Detrás, la Parroquia de la Asunción

El Molar es uno de los pueblos que más me ha gustado en los últimos tiempos. Estuve hace poco con unos amigos y nos encantó: es rural, familiar, tranquilo y se come de maravilla. No se caracteriza por tener los puntos de interés más interesantes, poco más que algunas iglesias y ermitas antiguas, pero sin duda merece la pena disfrutar de su paisaje y de su gastronomía.

Situado a 39 kilómetros al norte de la capital española, en la Sierra Norte, tiene unos 4.200 habitantes. Sus calles son pequeñas, antiguas, desordenadas… Me encanta pasear por ellas… Acostumbrada al agobio de Madrid, me encantó la tranquilidad que se respiraba allí, con grupos de amigos charlando tanto dentro como fuera de los bares, niños felices correteando por las calles y un ambiente relajado que bien necesitaba.

Llegamos a este típico pueblo serrano en un día frío de abril, con granizo y lluvia intermitente, pero con muchas ganas de pasarlo bien. Y vaya si lo conseguimos. Tras el aperitivo, una tradición española de la que me cuesta prescindir, nos dirigimos a las famosas cuevas.

Gastronomía insuperable

Supongo que todos los restaurantes de El Molar tendrán un menú delicioso, pero yo probé el de El Matador –que es la bodega más antigua de la zona- y me pareció espectacular. Es un sitio oscuro, con alguna vela y alguna luz indirecta… vamos, que es rústico y típico de montaña, pero con un encanto difícil de superar. Probamos la morcilla, el chorizo, la ensalada… y por supuesto el chuletón de ternera… ¡todavía se me hace la boca agua! Además, la relación calidad-precio era tremendamente buena, y el servicio muy amable. Lo recomiendo sin pensármelo dos veces.

Las famosas Cuevas

Ya con el estómago lleno visitamos Las Cuevas, uno de los atractivos de El Molar, a las que accedimos a través del restaurante. Cuentan que hay unas 400 cuevas de origen árabe en las que los habitantes guardaban el vino. Yo no vi vino, pero me pareció divertidísimo recorrer los oscuros túneles y pasadizos que conectan los restaurantes, y todo a la luz de las velas.

Así que en definitiva os recomiendo una visita a El Molar tanto con amigos como con familia o en pareja, si queréis relajaros, escaparos un poco del bullicio de Madrid, disfrutar de una deliciosa gastronomía y sobre todo, si os apetece pasarlo bien. Está cerca de Madrid y os servirá para coger un poco de aire fresco y puro, y para comer de calidad a un precio muy razonable.

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