Oporto

Oporto, una ciudad estancada en el pasado

Vista de Oporto desde el río Duero

Vista de Oporto desde el río Duero

La ciudad de Oporto me sorprendió. Después de Lisboa es la urbe más importante de Portugal, así que me esperaba algo de modernidad, color, pasión… Sin embargo, me encontré con un lugar estancado en el pasado, melancólico, anticuado, algo sucio y demasiado enfocado al turismo. El ambiente era frenético, aunque la gente tenía una mirada triste, tan apagada como la ciudad. Aún así, he de reconocer que tiene su encanto y que poco a poco la ciudad te va cautivando.

Estación de Trenes de San Bento

Estación de Trenes de San Bento

Mi primera parada fue uno de los lugares más conocidos de Oporto: la Estación de Trenes de San Bento, en la Praça de Almeida Garret. Se construyó sobre el antiguo convento de San Bento del Ave María, aunque lo más espectacular es su hall interior, decorado con más de 20.000 azulejos azules (típicos de Portugal) que cuentan la historia del país. También es muy recomendable visitar la Catedral de Oporto, de estilo románico, gótico y barroco, que fue construida entre los siglos XII y XIII en la parte más alta de la ciudad. Como curiosidad, en la plaza que hay frente a la fachada se encuentra una columna que en su día se utilizaba para colgar a los criminales.

De compras por Oporto

Mercado de Bolhao

Mercado de Bolhao

Si lo nuestro es ir de tiendas y gastar, lo mejor es dar un paseo por la Rúa de Santa Catarina, la calle más comercial de Oporto, peatonal y llena de vida, con infinidad de establecimientos de moda, restaurantes, pastelerías y lugares perfectos para tomar un snack. Allí se encuentra el famosísimo Café Majestic, una cafetería muy elegante que aún conserva su estilo de los años 20, y donde se daban cita los artistas y escritores de la época. Cerca de la Rúa de Santa Catarina está uno de los sitios más auténticos que encontré en Oporto: el Mercado de Bolhao, abierto desde 1914, un sitio que mantiene su aspecto antiguo y decadente y que no se ha modernizado para nada. Allí se vende fruta, carne, pescado, flores… Al entrar te quedas con la boca abierta, como si entraras a un mercado de los años 80, así que es un sito que no puedes perderte.

Para relajarnos un poco, es una buena idea hacer el Crucero de los Puentes, un paseo en barco por el río Duero que pasa por los seis puentes más importantes que cruzan el río. Está totalmente enfocado al turismo, pero su precio ronda tan sólo los 10 euros por persona, dura un hora y es muy agradable. Hay multitud de empresas que los organizan, pero todos los barcos parten desde el muelle de la Ribeira.

Gastronomía portuense

En una de las bodegas...

En una de las bodegas…

Y cruzando el río está Vila Nova de Gaia, que en realidad es otra ciudad. Es donde se concentran todas las bodegas del mundialmente conocido vino de Oporto, dulce pero con una alta graduación. Por unos 3 euros las bodegas ofrecen una visita guiada en tu idioma con degustación incluida. Entre las más famosas se encuentran Sandeman, Calem o Ramos Pinto, aunque en mi opinión Taylor´s (del año 1692) es la más interesante y completa. En cuanto a gastronomía, los platos más típicos de Oporto son el bacalao, las tripas de vaca o la francesinha, una especie de sándwich con diferentes tipos de carne, muchísimo queso, y todo cubierto con una salsa a base de tomate y un toque algo picante. Delicioso.

Puente Dom Luiz

Puente Dom Luiz

Sin embargo, tras este viaje he llegado a una conclusión que me sorprende, y es lo poco que sabemos de nuestros vecinos portugueses. Es un país con mucha riqueza cultural, unas playas espectaculares –algunas de ellas paraísos para surfistas- y una gastronomía muy diferente a la española. Es cierto que al llegar –al menos a Oporto- tienes la sensación de estar viajando al pasado, pero eso también es fascinante. No puedo afirmar que es una ciudad que me encantó, pero sí reconozco que es un lugar único.

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