Archivo mensual: abril 2012

El París más fogoso y apasionado

Frente al Moulin Rouge

Frente al Moulin Rouge

En esta segunda parte sobre la capital de Francia (ver la primera), quería hablaros sobre el Moulin Rouge y sus alrededores. Se trata del barrio de Pigalle, al pie de la colina de Montmartre y del Boulevard Clichy, que es la zona “caliente” de París.

El Moulin Rouge, el club de variedades más famoso del mundo

Recuerdo las tremendas ganas que tenía de hacerme una foto delante del famosísimo Moulin Rouge (construido en 1889 por el catalán Joseph Oller), supongo que influenciada por la película, y por un minucioso trabajo que hice en la Universidad sobre Toulouse-Lautrec (de él sale mi pasión por el barrio de Montmartre), autor de muchos de los carteles de esta sala de variedades. Es el cabaret más famoso del planeta y por eso es una parada obligatoria para todos los turistas. Impresiona por la noche (de día parece un lugar diferente), te atrapa con sus brillantes luces y su color rojo pasión. ¡Me encantaría haber formado parte de la Belle Époque!

La verdad es que me quedé con ganas de entrar a ver el espectáculo, pero el precio es bastante alto y mi presupuesto era un poco limitado. Para hacernos una idea, actualmente la cena con espectáculo oscila entre los 175€ y 200€ por persona, y la entrada sólo para el show son 95€. Pero es algo que tengo pendiente para mi próxima visita a París.

El París más hot

Es toda una experiencia pasear por el Boulevard Clichy después de ponerse el sol, pero dos consejos: primero, hay que tener una mente más bien abierta, y segundo, tener claro que para los franceses el sexo no es un tema tan tabú como en España. Entre los muchísimos cabarets, sex shops, tiendas de películas X, salas de striptease… hay una tienda en este Boulevard llamada el Sexodrome, con cuatro plantas  repletas de todo tipo de objetos eróticos. En la misma calle está también el Museo Erótico de París, de siete plantas, que explica la historia de la sexualidad del hombre de forma muy detallada.

En fin, que así se las gastan en París. Esta no es la parte más glamurosa de la ciudad pero merece la pena echar un vistazo, y así entenderéis por qué llaman al barrio de Pigalle “el cinturón de la lujuria”. ¿Os atrevéis a dar una vuelta por allí?

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Berlín, una ciudad moderna repleta de historia

Puerta de Brandenburgo

Puerta de Brandenburgo

Para mí Berlín es la típica ciudad europea: antigua con toques modernos y llena de historia. Sinceramente no era uno de mis destinos favoritos para viajar, pero me sorprendió y sin ninguna duda repetiré para conocerla mucho más a fondo. Quedé impactada con la seriedad y la puntualidad de los berlineses, con su efectivo sistema de transporte (el metro y los trenes funcionan de maravilla) y con lo grande que es todo en esta ciudad alemana.

Los símbolos de Berlín

Un poco del Muro de Berlín, en Postdamer Platz

Un poco del Muro de Berlín, en Postdamer Platz

Sí tenía curiosidad por ver el Muro de Berlín, pero quedé algo decepcionada. No sé bien qué esperaba de ello, probablemente algo parecido a la Muralla China a pequeña escala, pero la verdad es que sólo quedan trozos del Muro de Berlín repartidos por toda la ciudad, y alguna que otra placa que marcaba por dónde pasaba.

Lo más típico de Berlín es la Puerta de Brandenburgo, junto a la Pariser Platz. Con la construcción del Muro de Berlín, ésta Puerta impidió el paso del este al oeste de la ciudad, pero con la caída del Muro en 1989, se convirtió en símbolo de la Reunificación Alemana. Y yo me alegro por ello, porque es preciosa. De la Puerta de Brandemburgo sale un boulevard llamado Unter den Linden, donde se encuentran algunos de los edificios más importantes de la ciudad, y además es genial para ir de tiendas.

Las plazas más turísticas

Uno de los lugares más famosos de Berlín es la Postdamer Platz, y como curiosidad, es donde se instaló el primer semáforo de Europa. Entre sus edificios destaca el Sony Center –frecuentado por la sociedad berlinesa por sus cines y restaurantes- y el DaimlerChrysler Quartier –sede de la compañía de coches-. Aquí es, además, donde se celebra el famoso Festival de Cine de Berlín, llamado Berlinale.

Alexanderplatz es otra de las plazas más célebres de la ciudad. Antiguamente era un mercado de lana y ganado, pero en la actualidad es uno de los puntos turísticos más importantes de Berlín. Allí se encuentra el Fernsehturm, que es la torre de televisión, además de un reloj mundial que marca las horas de 148 ciudades del mundo y el precioso Hotel Park Inn. En diciembre hay un mercado navideño, algo parecido a lo que montan en la Plaza Mayor de Madrid.

El Reichstag (Parlamento Alemán)

El Reichstag (Parlamento Alemán)

Otro de los edificios que más me sorprendió fue el Reichstag, que es el Parlamento, un enorme palacio con una impresionante cúpula en su interior. Las colas para entrar son un poco largas, pero la visita merece mucho la pena, sobre todo por las vistas de la ciudad desde el último piso. Delante del edificio ondea una gigante bandera alemana, de tamaño similar a la española que hay en la Plaza de Colón de Madrid. Por último, una de las paradas obligadas debería ser la iglesia de nombre impronunciable Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche, que fue destruida durante la II Guerra Mundial pero que se conserva en estado de ruina como memorial.

Podría estar días hablando de Berlín… Es una ciudad con estilo propio, totalmente marcada por la historia, pero que no quiere borrar su pasado. Me encanta. Así que si tienes unos días libres, escápate a Berlín a disfrutar de su cultura, de su ambiente, y de unas cuantas cervezas bien fresquitas en las inmediaciones de la Postdamer Platz… ¡los alemanes sirven las cervezas como nadie!

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París… ¡oh la la!

Vistas de París desde la Torre Eiffel, con el río Sena y Montmartre a lo lejos

Vistas de París desde la Torre Eiffel, con el río Sena y Montmartre a lo lejos

Estoy locamente enamorada de París y no sé explicar por qué. Es una ciudad muy cara, hay que hacer largas colas en cada monumento al que entras, hace frío, llueve mucho… Pero aún así siempre sueño con volver…  Tiene algo que no sé explicar, es una ciudad atrayente, como un imán del que no puedes separarte. Es la ciudad del amor y de las luces.

Es uno de los destinos más turísticos del mundo y no es de extrañar, puesto que en París están los monumentos más admirados de todo el planeta: el Museo del Louvre, la Torre Eiffel, el barrio de Montmartre, la Basílica del Sagrado Corazón, la Catedral de Notre Dame, la Avenida de los Campos Elíseos, el Moulin Rouge,  el Museo de Orsay, el centro George Pompidou… y la lista es interminable.

El espectáculo de la Torre Eiffel

Al llegar a París, tu primera parada debe ser la Torre Eiffel. Se construyó en 1889 como presentación de la Exposición Universal de París y se ha convertido en el emblema de la ciudad y en el símbolo de Francia. Se puede subir andando (sólo si estás muy en forma, ya que tiene más de 1.600 escalones) aunque para mí la mejor opción es hacerlo en ascensor, hasta el primer, segundo o tercer piso, pero cuanto más alto subas, mejores serán las vistas. Da un poco de sensación de vértigo (aunque no como en la Torre Sears de Chicago), sobre todo si hace viento puesto que la estructura se mueve un poco, aunque es muy seguro. Pero lo que más me gustó de la Torre Eiffel es su iluminación; todos los días, al atardecer, se encienden intermitentemente más de 20.000 bombillas que dan lugar a un maravilloso show de luces. Es tan precioso que te emociona.

El centro del arte bohemio

Basílica del Sagrado Corazón, en Montmartre

Basílica del Sagrado Corazón, en Montmartre

Mi lugar preferido de París es sin ninguna duda el barrio de Montmartre, una colina de unos 130 metros de altura con la Basílica del Sagrado Corazón en la cima, y desde donde hay unas vistas de la ciudad impresionantes. Me gustar estar allí porque es arte todo lo que te rodea, siempre hay pintores dispuestos a plasmar tu cara en sus lienzos y músicos de una calidad extraordinaria; se respira alegría. Es aquí donde vivieron personalidades como Picasso, Toulouse-Lautrec, Van Gogh o Edith Piaf, entre otros… Es el barrio bohemio, el de los artistas. A los pies de la colina está el famosísimo Moulin Rouge, pero esto merece un capítulo aparte.

Si vas de compras…

Los Campos Elíseos es parada obligatoria para cualquier visitante en París. Está considerada como “la avenida más bonita del mundo” y tiene 1880 metros de largo; empieza en el Arco del Triunfo y acaba en la Plaza de la Concordia. Es, además, una de las calles más glamurosas del mundo y con las tiendas más caras y exclusivas del planeta. Allí encontrarás Dior, Chanel, Dolce & Gabanna, Louis Vuitton… De momento sólo he podido pasear por allí porque mi presupuesto no me ha permitido ni si quiera entrar a ver… pero al tiempo.

Sé que nunca me cansaré de ir a París. Es como viajar a la ciudad de los sueños. Es arte, elegancia, glamur, lujo, exquisita gastronomía… Eso sí, aconsejo utilizar el metro o la bici para moverte por la ciudad porque es un auténtico infierno meterte en los atascos parisinos… ¡No todo podía ser perfecto en la ciudad de las luces!

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El Molar, un paraíso rural a 20 minutos de Madrid

En la Plaza Mayor de El Molar. Detrás, la Parroquia de la Asunción

En la Plaza Mayor de El Molar. Detrás, la Parroquia de la Asunción

El Molar es uno de los pueblos que más me ha gustado en los últimos tiempos. Estuve hace poco con unos amigos y nos encantó: es rural, familiar, tranquilo y se come de maravilla. No se caracteriza por tener los puntos de interés más interesantes, poco más que algunas iglesias y ermitas antiguas, pero sin duda merece la pena disfrutar de su paisaje y de su gastronomía.

Situado a 39 kilómetros al norte de la capital española, en la Sierra Norte, tiene unos 4.200 habitantes. Sus calles son pequeñas, antiguas, desordenadas… Me encanta pasear por ellas… Acostumbrada al agobio de Madrid, me encantó la tranquilidad que se respiraba allí, con grupos de amigos charlando tanto dentro como fuera de los bares, niños felices correteando por las calles y un ambiente relajado que bien necesitaba.

Llegamos a este típico pueblo serrano en un día frío de abril, con granizo y lluvia intermitente, pero con muchas ganas de pasarlo bien. Y vaya si lo conseguimos. Tras el aperitivo, una tradición española de la que me cuesta prescindir, nos dirigimos a las famosas cuevas.

Gastronomía insuperable

Supongo que todos los restaurantes de El Molar tendrán un menú delicioso, pero yo probé el de El Matador –que es la bodega más antigua de la zona- y me pareció espectacular. Es un sitio oscuro, con alguna vela y alguna luz indirecta… vamos, que es rústico y típico de montaña, pero con un encanto difícil de superar. Probamos la morcilla, el chorizo, la ensalada… y por supuesto el chuletón de ternera… ¡todavía se me hace la boca agua! Además, la relación calidad-precio era tremendamente buena, y el servicio muy amable. Lo recomiendo sin pensármelo dos veces.

Las famosas Cuevas

Ya con el estómago lleno visitamos Las Cuevas, uno de los atractivos de El Molar, a las que accedimos a través del restaurante. Cuentan que hay unas 400 cuevas de origen árabe en las que los habitantes guardaban el vino. Yo no vi vino, pero me pareció divertidísimo recorrer los oscuros túneles y pasadizos que conectan los restaurantes, y todo a la luz de las velas.

Así que en definitiva os recomiendo una visita a El Molar tanto con amigos como con familia o en pareja, si queréis relajaros, escaparos un poco del bullicio de Madrid, disfrutar de una deliciosa gastronomía y sobre todo, si os apetece pasarlo bien. Está cerca de Madrid y os servirá para coger un poco de aire fresco y puro, y para comer de calidad a un precio muy razonable.

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Chicago, «La ciudad del viento»

Vistas de Chicago desde la Willis Tower

Vistas de Chicago desde la Willis Tower

Siempre soñé con ir a Estados Unidos, supongo que por todas las películas americanas que he visto, y disfrutar de sus grandes rascacielos, sus calles abarrotadas de gente, sus restaurantes tan fashion y por ver en primera persona ese espíritu patriótico que tanto les caracteriza. Pues todo lo que imaginé se queda corto, ¡wow! Allí todo es XXL, a lo grande, inmenso, es espectacular o, como dirían ellos, It´s awesome, dude!

Llegué a Chicago a principios de 2010 y hacía un frío terrible (ahora entiendo por qué la llaman “la ciudad del viento”), de ese que se te mete en los huesos y hasta duele, con una media que no pasaba los 0ºC, pero también reconozco que disfruté como nunca.

Situada en el estado de Illinois, a lo largo de la costa suroeste del Lago Míchigan, Chicago tiene unos 2,7 millones de habitantes. Son gente encantadora, amable y muy preocupada por hacerte sentir en casa, y están totalmente obsesionados por el béisbol, el fútbol americano y el baloncesto.

El espectáculo de los Chicago Bulls

Por eso, mi primera parada fue en el famoso United Center, todo un sueño para mí. Jugaron los Chicago Bulls ante los Washington Wizards en un partido emocionantísimo con tensión hasta el último momento, y victoria de los locales por 121-119. Todo aquel aficionado a los deportes -sobre todo al baloncesto- debería vivir en algún momento de su vida un partido de la NBA, en el que se pueden ven desde mates imposibles con jugadores de una calidad infinita hasta los mejores trapecistas del mundo dejando boquiabierto al público en los descansos. Desde luego, los yankis convierten en espectáculo todo lo que tocan.

Uno de los monumentos más populares de Chicago es “The Bean”, una especie de haba gigante inspirada en una gota de mercurio líquido (obra del escultor Anish Kapoor) que congrega a todos los turistas del famoso Millenium Park. No es más que una alubia enorme que refleja a las personas allí presentes y a los alrededores, pero sin duda tiene su gracia hacerte allí una foto.

El mundo desde las alturas

Chicago también es conocida como la ciudad donde nacieron los rascacielos. Es también donde sufrí mi primer y único ataque de acrofobia. Se me ocurrió subir a la Willis Tower (o Torre Sears), el edificio más alto de todo Estados Unidos (442 metros de altura), que tiene un mirador en la planta 103 –el famoso Skydeck-. Las vistas son espectaculares y en los días soleados (que no fue mi caso) se puede alcanzar a ver hasta 80 kilómetros a lo lejos. Tiene unos balcones de vidrio con suelo de cristal que te hace ver directamente la calle, como si pisaras aire. Fotos impresionantes, pero una sensación de vértigo que no se la deseo a nadie, aunque merece mucho la pena subir hasta allí.

En definitiva, Chicago es una ciudad que sorprende. Es segura, alegre, impresionante… y todo a ritmo de jazz. Eso sí, ¡abrígate si vas en invierno!

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Sol, Plaza Mayor y Mercado de San Miguel: el Madrid más castizo

Plaza Mayor de Madrid

Plaza Mayor de Madrid

Siempre que pienso en Madrid se me vienen a la cabeza palabras como tráfico, atascos, ruido, contaminación, bullicio… sin embargo, me encanta Madrid. Tiene algo que lo hace especial, ¿será su gente? ¿Será su ambiente? ¿Será su mezcla de estilos clásicos y modernos? No estoy segura. Lo que es cierto es que me agobia la ciudad, pero la echo de menos cuando estoy lejos.

La capital de España tiene alrededor de 3,3 millones de habitantes, y la zona centro, donde he vivido mi última aventura, cuenta con 150.000 personas, concentradas en apenas 5,2 km2. Es la parte más antigua de Madrid y la zona más turística de la ciudad.

La mejor forma de llegar es, sin duda, en metro. Al bajar en la estación de Sol –rebautizada recientemente como Sol Galaxy Note-, nos encontramos directamente en la Puerta del Sol, Kilómetro Cero y epicentro de todas las carreteras españolas, desde donde se emiten las famosas campanadas cada 31 de diciembre para comenzar el Nuevo Año.

La Plaza Mayor, concentración de turistas

A pocos metros está uno de mis lugares preferidos de Madrid: la Plaza Mayor. Tiene nueve entradas, la más famosa es el Arco de Cuchilleros, y sus múltiples terrazas –con precios desorbitados, todo hay que decirlo -siempre están llenas de turistas felices con su sangría y sus tapas. De sus cuatro fachadas, mi favorita es la Casa de la Panadería –situada al norte- por sus colores, originalidad y por ser un símbolo del Madrid más castizo.

Pero sin duda, la mejor época para ir a la Plaza Mayor es en diciembre, donde se instala cada año un mercado navideño  –tradición desde 1860- en el que se encuentra todo lo que te puedas imaginar: árboles de Navidad tanto reales como artificiales, adornos de la época, Reyes Magos, Papá Noel… y por supuesto artículos de broma y disfraces. Mezcla de antigüedad y diversión, ¡la Plaza Mayor lo tiene todo!

Mercado de San Miguel… ¡viva las tapas!

Una de mis mejores amigas me habló de este sitio hace unos años y me ha gustado tanto que es una de mis paradas obligadas cada vez que voy a Madrid. Es el Mercado de San Miguel y está al lado de la Plaza Mayor. Desde mediados de 1800 ha sido un mercado de alimentos y, tras pasar por diversas remodelaciones, en el año 2009 se reinauguró como un lugar gastronómico, aunque mantiene su estructura de hierro y ese toque de mercado tradicional. Ahora se sirven tapas de calidad y se pueden degustar delicias de la cocina española como tortilla de patatas, jamón ibérico, marisco fresco, sangría, vinos… Todo de primerísima calidad, aunque precios altos, como cabe esperar.

Si vienes a Madrid es casi obligatorio que visites estos lugares, donde vas a encontrar buen ambiente, internacionalidad, diversión y cultura. Piérdete por sus callejuelas, disfruta de su gastronomía y déjate llevar por sus tradiciones y su belleza. No te va a decepcionar.

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Perth, «The City of Lights»

Perth

Perth, bañada por el río Swan, desde Kings Park

Hay muchas ciudades con encanto, pero ninguna como Perth, al oeste de Australia. Apenas alcanza los 1.7 millones de habitantes y está considerada la ciudad más aislada del mundo (la población más cercana con más de un millón de habitantes es Adelaide, a 2.104 km de distancia). Para mí es un paraíso, algo diferente a lo que he visto hasta ahora.

Perth es una ciudad cómoda, sencilla, moderna. Puedes encontrar lo mismo (o incluso más) que en una ciudad del tamaño de Madrid, Sydney o Londres, con la diferencia de que no hay agobios, ni prisas. A la gente se le ve tranquila, incluso en la hora punta. Los habitantes de Perth no están todo el día mirando el reloj, como nos pasa a los europeos. Esto hace que haya un ambiente chill-out más que envidiable en las grandes metrópolis.

Otra cosa que me encanta de Perth es su ambiente multicultural. Allí podemos encontrar personas de todo el mundo, en su mayoría británicos e irlandeses, aunque también italianos, asiáticos, sudamericanos, neozelandeses, sudafricanos, mexicanos… La variedad es tal que supone una mezcla cultural claramente interesante, formando una población excepcional en la que todo el mundo se respeta, sin importar la nacionalidad, el color o la cultura.

Temperatura envidiable todo el año

Su clima mediterráneo es otro de sus puntos fuertes. El verano, desde finales de diciembre hasta finales de marzo, es caluroso y más bien seco, con alguna que otra tormenta que puede convertirse en ciclones tropicales, mientras que los inviernos son muy húmedos aunque no demasiado fríos, con temperaturas diurnas en torno a los diez grados.

Hay mucho que visitar en Perth, por ejemplo Kings Park, un enorme parque de 12 hectáreas, con un jardín botánico y senderos para hacer ejercicio y caminar. El paisaje que se ve desde allí es impresionante, sobre todo las vistas de la ciudad bañada por el río Swan. Otras paradas fundamentales son el Perth Mint, donde se fabrican las monedas, o la Art Gallery, donde podemos encontrar arte aborigen y pinturas australianas e internacionales.

Playas paradisíacas

Por supuesto, uno de los grandes tesoros de Perth son sus playas, entre las que destacan City Beach, Cottesloe, Scarborough, Floreat, South Beach, Leighton Beach… Todas ellas de arena blanca, seguras y perfectas para practicar surf.

En definitiva, Perth ha sido un gran descubrimiento y una ciudad que todos deberíamos visitar y de la que deberíamos aprender. Lo tiene todo, buen clima, buen ambiente, limpieza, modernidad… Su único inconveniente es que está un poco lejos, pero os aseguro que el viaje merece mucho la pena.

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